<<Supongamos que entre dos personas, A y B, hay dos metros de distancia. Y A quiere acercarse a B, pero en cada paso debe cubrir exactamente la mitad de la distancia total que le resta para alcanzar a B.>> Sylvia tragará saliva, pero continuará leyendo. <<El primer paso es de un metro, el segundo de medio metro, el tercero de un cuarto de metro. Cada paso de A hacia B será más pequeño, y la distancia se irá reduciendo en una progresión eterna, pero lo sorprendente del caso es que, mantenida la premisa de que cada paso sea equivalente a la mitad de la distancia total que los separa, por más que avance, A nunca llegará a B.>>
Los ojos de Sylvia estarán enrojecidos. Puede que ese sencillo ejercicio ayudara a explicar la teoría de los límites que cambió la historia de la ciencia a comienzos del siglo XVIII. Puede ser que fuera cierto, según explicaba el texto de las fotocopias entre citas de Leibniz y Newton. Pero Sylvia comenzará a escribir su exposición personal del problema y pronto se transformará es una carta de despedida. La misma carta que no sabrá si podrá escribirle a Ariel para decirle, de modo más lógico y sencillo, nuestra historia se ha acabado. A nunca alcanzará a B.
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