Había algo que tenía que reconocerle a sus amigos: eran fieles. Podían enojarse con ella, podían incluso estar en desacuerdo con muchas de las cosas que hacía o pensaba. Pero a pesar de todo, seguían allí para ella. Eran indispensables. Personas en las que se convencía cada día más que podía confiarles cualquier cosa, incluso su propia vida. Era un pensamiento reconfortante. Podría haber cometido muchos errores, y de seguro cometería muchos más, pero había una cosa que había hecho bien y de la cual jamás se arrepentiría: elegir a sus amigos.
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