No quiero que pienses que me importa algo de lo de anoche, no quiero tu teléfono ni cartas, ni postales, no quiero casarme contigo, pase lo que pase mañana, habremos tenido hoy, y si volvemos a encontrarnos alguna vez en el futuro pues ¡muy bien, seremos amigos!

¿Por qué queremos hacer encajar lo que no encaja, pegar lo que ya está roto, zurcir lo que ya fue remendado? Por ese toque de dramatismo que parece ser esencial. Esa bendita necesidad de que el otro cambie, de que el otro diga lo que no dijo hasta el momento, ni en diez años, ni en ocho meses y que, tal vez, no diga nunca.

Escalé el Everest, puse en hora el reloj del Big Ben, leí los libros ocultos de la Biblioteca de Alejandría, pedí mis deseos en el Muro de los Lamentos, caí en paracaídas de la Estatua de la Libertad, nadé en el Amazonas, descifré el código Da Vinci, regué los jardínes de Babilonia, di la vuelta al mundo en 80 días, estuve 5 semanas en globo y viajé al centro de la Tierra. Nunca pude enamorarte.

Porque ,me enseñan que el fin del mundo no comienza con mis malos ratos. Porque me ayudan a sonreír en medio de unas cuantas lágrimas. Porque son las mejores amigas que podría encontrar. Gracias por enseñarme que la amistad es mucho más que una etiqueta y que mis días junto a ustedes son más que pasar el tiempo. Porque es cierto que una sonrisa perfecciona momentos. Porque por algún extraño motivo no me imagino sin ustedes y definitivamente no busco más. Soy lo que soy por ustedes, les debo la vida.

Te darás cuenta de que un “tú y yo” no siempre significa un “nosotros”, que los polos opuestos no siempre se atraen, que no siempre es el más feliz el que más sonríe, ni el más desgraciado el que más llorar. Verás que los planes casi nunca se cumplen, que la vida es corta, que a veces te equivocas y que, a tu manera, eres perfectamente desastrosa.